14.8.08

10. Africa eterna (II): Cosas de frontera

17 de Abril



Todo ha empezado tras considerable madrugón: las 3,30 AM. Me ha despertado, ¡palabra!, un ratón que estaba haciendo ruido en la habitación al mordisquear algunos plásticos de parte de mi equipaje... Conste, eso sí, decir que en Africa, y en los trópicos en general, la cosa de horarios como éste no es tan 'gravosa' como en Europa. Por aquí, en estas latitudes, los cuerpos -también los de los foráneos- responden mucho más favorablemente a "circunstancias" como ésas, las de reaccionar y ponerse en pie a horas que en nuestro medio serían consideradas de auténtica demencia...
Madrugón, decía, en Mocimboa da Praia para subirme inmediatamente al remolque pick-up de una "chapa" (los asientos del interior ya estaban ocupados hasta la bandera a esas horas), y achuchar rumbo a la frontera con Tanzania.
Casi tres horas (con la pick-up también llenándose paulatinamente de humanidad, enseres y hasta -¡cómo no!- de alguna oveja o cabrito vivos, que habían también de formar parte de la 'expedición') hasta el puesto fronterizo...Y en pleno abril, dar la bienvenida al amanecer en Africa puede resultar fresquito, también, máxime si se circula sin techo ni laterales a varias decenas de kms/hora.
Eso sí, está la recompensa de asistir a las escenas del comienzo del día y de la vida en todos esos poblados y viviendas ultra-humildes que salpican continuamente los márgenes de la pista terrosa por la que transitamos.















Llegamos, ya asomando el astro rey, a la frontera, que en este caso es obra y gracia de un accidente natural: el río Rovuma separa a lo largo de unos 500 kms Mozambique de Tanzania, hasta su desembocadura en el océano Indico.
En el lado mozambiqueño todo va bien: rápida y rutinaria revisión del equipaje. (Casi nunca, en estos casos, suelo reprimir alguna frase, con cierta sorna, del estilo de "si me decís qué buscáis, os puedo decir si lo tengo o no, y así ganamos tiempo todos...", a los funcionarios aduaneros de turno -sobre todo si no les veo excesivo gesto acartonado..). Aunque, ya se sabe, lo del tiempo en Africa… ¿qué problema tiene..?
Desde ese punto, faltan dos kilómetros hasta el río, que hay que realizar a pie con todo el mochileo encima, pues en época de lluvias –que es ahora- el "poto-poto" (el barro, en swahili) es dueño y señor de los márgenes del río, con lo que el vehículo ya no puede transitar ahí. Y toca, en varios puntos del improvisado 'trekking', escoger entre descalzarse o tirar para adelante con las sandalias puestas para cruzar los diversos charcos enfangados -pero con fango del bueno, de ése que hace ¡CHAPF, CHAPF! cuando lo pisas, y levantas después el pie con cinco kilos más de peso que hace un momento-; charcos que, por otra parte, abarcan todo el ancho del camino.


Llegamos al río, y allí nos espera el "carguero" tanzano que habrá de llevarnos a la orilla opuesta. Se trata de un modesto "cayuco" a motor para una veintena de ocupantes.

Se llena de inmediato; servidor, el único 'mzungu' (en swahili: blanco, europeo, ...gringo, en general). Advertido estaba, desde el día anterior (en Mocimboa da Praia, por José Andrés y Alvaro, los primeros españolitos que encuentro en los últimos dos meses y medio; los anteriores 'databan' de mis días por Yangon, al llegar a Myanmar) del precio abusivo que se cobran los del cayuco para cruzarte al otro lado del río: 10.000 chelines tanzanos (Tz Ch), ...al menos a los 'mzungus' (algo más de 7 euros al cambio; para hacernos una idea, en muchos alojamientos tanzanos normalitos no cobran más de 4.000 ó 5.000 Tz Ch por dormir).
Y me advirtieron, incluso, que a veces, en mitad del trayecto fluvial, los amables barqueros piden más dinero, amenazando con regresar al punto de origen en caso de negativa. Me refirieron también cómo en días precedentes, y según el relato de uno de sus empleados (Jose y Alvaro están destinados allí coordinando la construcción de un hotel) un cocodrilo se zampó a una desdichada señora que cayó al agua en esa zona del río... Así que ahí andaba yo controlando, visual y algo desasosegadamente, que el aforo de la embarcación no superara con... excesivas creces su teórico límite...



Bien, en los primeros compases del fluvial peregrinaje, el cobrador se acerca a mí en primer lugar y, discreta pero autoritariamente, me pide 30.000 Tz Ch (el triple de lo "oficial", que, recordemos, era ya un atraco). Me niego en redondo. El tipo tuerce el gesto, se da media vuelta y empieza a recaudar a los africanos, cuidando bien de que yo no vea cuánto les va cobrando a ellos (se coloca en todo momento dándome la espalda entre cada pasajero y yo).

Vuelve al rato hacia mí. Le tiendo un billete de 10.000 Tz Ch (de los que ya he cambiado, en el lado mozambiqueño, por los meticales que me sobraban). "No; it is 30.000", espeta con expresión adusta. No dudo en mantenerme firme, a lo cual me ayuda la indignación que el ciudadano me estaba causando: "...Almost 30 dollars to cross the river..? Are you crazy..?", le respondo.

La situación es incómoda; el pájaro no parece dispuesto a ceder. Es malencarado y busca con la mirada la complicidad de otros dos o tres, situados junto al que maneja el motor. Yo no sé ya quiénes son pasajeros y cuántos son de "la empresa"... Hay silencio en la embarcación; todos los ocupantes son testigos de la conversación. Hasta indolentes cabezas de hipopótamos, asomando sobre la superficie del agua a varios metros del barcucho, parecen interesarse por la escena.

Entre el pasaje no van mujeres ni niños; todos son tipos ya curtiditos y de aspecto recio. Y yo ahí, empezando a pensar "...éstos aparcan un momento en cualquier meandro y 'me crujen’ entre varios", recordando que si encuentran -y lo harían- mi bolsillo-cinturón interior me van a 'levantar' más de 2.000 dólares que todavía llevo ahí en metálico. ("El fútbol es así, camarada..."). Sólo uno de los ocupantes, con discreción, me reclama en un momento apropiado la mirada para hacerme un gesto inequívoco de que no ceda, de que no pague más de esos 10.000. Me alivia en cierto modo el contar al menos con un presunto cómplice. "Ok", le contesto también con lenguaje no verbal.

Ya casi llegando a la orilla tanzana (el trayecto dura un cuarto de hora; el río lleva mucha corriente y tiene casi 1 km de ancho) el cobrador vuelve a solicitarme los 20.000 chelines "que faltan". "No", le espeto sin dejar de enfrentarle la mirada; "Ya está más que bien pagado con los 10.000" -esto en inglés, a lo que agrego un "capullo" en castellano que me sirve de énfasis y desahogo a partes iguales, para finalizar la frase.

La incertidumbre alcanza sus instantes de mayor apogeo. El tipo está visiblemente nervioso, mira alternativamente a los dos o tres de antes y a mí. Parece estar bregando consigo mismo para decidir cómo proceder en este momento. Amaga alguna posible frase más, y algún impreciso movimiento en falso. ... "Y ahora se decidirá todo", pienso yo para concluir, "..o 'me crujen' o me dejan ya en paz..".
Y me dejaron en paz. Mi ya dilatada experiencia en Africa me sirvió y animó para apostar por la firmeza en situaciones así (ya había vivido momentos poco recomendables en el antiguo Zaire de Mobutu y la Guinea de Obiang, en cuanto a, sobre todo, desagradables encontronazos con las corruptas autoridades se refiere...).


...Pero no todo iba a terminar así ese dia. Ya en tierra firme, y ahora ya con más pasajeros del barcucho felicitándome por no haber cedido ante el acoso del cobrador ("...y antes ahí todos callados como tumbas, capullines...", pensaba yo) toca pasar por el puesto fronterizo de Tanzania. En 2.003 pasé de Kenia a Tanzania, y la entrada a este país costaba 25 US $. Cuatro años y medio después, ya vengo también sobre el aviso de que ahora la "tarifa" se ha duplicado: 50 dólares.

Nada; entro en el destartalado despacho de madera rancia y, de inmediato, tres tipos uniformados me solicitan "passeport and fifty american dollars". Ok. Ahí va el lote. Se meten con el pasaporte y "la viruta" en un cuartucho adosado, y uno de ellos me dice "wait a moment" antes de cerrar la puerta.

Pasan 5 minutos. Pasan 10. Pasa un cuarto de hora. Yo ando medio deshidratado y con más hambre que el perro del afilador, aparte de con la vejiga urinaria hinchadita como un botijo de Almendralejo. A 40 metros del puesto fronterizo, ya en territorio tanzano, observo la presencia de un par de pequeñas tiendas donde puedo distinguir venden botellas de agua y comestibles. Pienso en acudir para allá de inmediato, pero pienso también que si en ese momento salen los polis a devolverme el pasaporte, lo mismo, al ver que no estoy, vuelven al cuartucho y ya no salen de nuevo hasta que algún dios animista les dé a entender… O lo que podría ser peor, que me increparan "a ver, ¿qué caracho hacía vd. ya en Tanzania sin su pasaporte sellado, criatura..?". (No en vano, tengo ya más que asimilado, en virtud de todas mis experiencias en Africa, el disfrute que suele proporcionar a cualquier africano uniformado –léase cualquier militar, jefe, funcionario aduanero…- el ejercicio de autoridad sobre un individuo blanco..).

Así que decido seguir esperando ahí un poco más. En el exterior veo que también hay algunos árboles robustos, así que, con el tema de la vejiga acuciando en serio, me digo "nada, voy para allá". (En pleno 'proceso' esbozo una sonrisilla al imaginar que, de vuelta, los funcionarios me espetan "¿qué demonios hacías meando en Tanzania sin el pasaporte, mequetrefe..? ¡Hala, otros 50 $, por listillo..!").

Regreso al puesto, tras el miccional desahogo. Ya pasa media hora. "¿Pero qué carajo hacen esos tíos ahí dentro..?; ¿contando y recontando los dos billetes de 20 dólares y uno de 10 que les he dado al principio, a ver si no falta nada…?"

Por fin, uno de los mendas sale con una sonrisa reluciente y me tiende el documento recién sellado. Le pregunto que si estaban debatiendo si dejarme entrar al país, o algo así...El otro se va por peteneras y, sin desprenderse de su bobalicona sonrisa, me responde que los 50 $ son para estancias en Tanzania desde un día hasta tres meses. ("Vale tito, ya veo que estás loco por explicarme...").
A todo esto, otra "chapa" (aunque en Tanzania ya no se llaman así, sino "matatus") se ha llenado de parroquianos y está esperando a que el 'mzungu' dirima de una vez por todas sus cuitas aduaneras, para salir en dirección a Mtwara, la población más cercana, y donde quizá me toque hoy hacer noche.

Cuando el 'mzungu' sale del puesto con el pasaporte en la mano y se dirige como un poseso hacia la tienducha en la que comprar agua mineral y algo de comer, otro par de "oficiales aduaneros", desde otra casucha fronteriza cercana a la anterior, reclaman con voces y gestos su (mi) presencia ante ellos.

-¿Por qué ha estado tanto tiempo en la oficina del control de pasaportes?_ me pregunta el que parece ostentar más jerarquía.

-¡Y yo qué sé ... A mí tampoco me lo han explicado..!

-¿Ha pagado 50 $ de entrada al país?

-Así es (what can I do..?)_ Y va el payo y me dice:

-¿…Y para nosotros..? ¿No 'hay' 10 $ para tomarnos unos cafés..?_ (Situación ésta que ya me suena bastante de anteriores peripecias africanas...).

-Mire, pídanles a ellos -y señalo la oficina anterior-; ya he tenido que pagar bastante ahí...¡Que no soy nuevo en Africa; ya sé cómo van estas cosas en algunos sitios...!_ mientras pensaba "ya está bien por hoy, joer...".

Y el tipo no insistió; se quedó ahí con cara de pensar "jobar, con éste hoy no ha colado, el tema...".


En fin, una hora después llegamos sin más contratiempos (aunque bien achuchaditos todos los ocupantes del vehículo, ya a pleno 'lorenzo' de mediodía) a Mtwara, donde yo debo recabar las primeras informaciones para tratar de aproximarme a alguno de los recónditos accesos a la Reserva Selous, paraíso de vegetación y santuario de elefantes del este del continente africano...
¡Todo esto es Africa…!

1 comentario:

José Luis (Leny) dijo...

En parte conocía esta peripecia historica personal, pero detalladamente como la cuentas, bien podría ser una nueva trama de Jason Bourne, algo así como "Bourne esta aqui, chicos. Detengamosle. ¡ Es nuestro!". Ni la CIA, ni la TANZAN-IA, pueden contigo Juanlu. Ahí, con un par...

José Luis