14.8.08

6. (III) Una mañana entre tiburones-ballena




21 de Marzo

(...Ni Hong-Kong -de momento- ni gaitas; de este grato archipiélago no me saca ni la Guardia Pretoriana, lleva esto pinta de ser...).


¡Buena Semana Santa, ibéricas y lozanas juventudes!

Y vamos directos a la materia.
Así como en su momento registré para los anales de mi propia historia aquel 30 de julio de 1999, día en que por primera vez presencié atónito las piruetas y coreografías fantásticas de varias ballenas yubarta en su hábitat natural, a escasos cuatro metros de la frágil embarcación en que me hallaba -a siete millas de las costas de Guinea Ecuatorial-, lo propio habré de hacer ahora con este 20 de marzo de 2008, fecha en que "perdí la virtud" en cuanto a compartir espacio vital (...y en campo contrario) con tiburones-ballena se refiere. Cetáceos éstos de dimensiones jurásicas, que pululan a su antojo durante estos meses del año –febrero a junio- por los alrededores de algunas de estas filipinas islas. Aunque no son propiamente cetáceos, sino peces. De hecho, y con diferencia estratosférica, los peces más grandes que existen en los mares de este planeta. (Los cetáceos son todos mamíferos).
Por mucho que la literatura correspondiente insista en proclamar acerca de la absoluta 'inofensividad' de estas gigantescas criaturas, lo cierto es que, si el primer contacto con una de ellas consiste en hundir tu cara ("armada" con gafas y tubo de bucear) bajo la superficie del agua y topar de súbito, a metro y medio de tu ser, con el imponente cabezón de una de ellas (cabezón de la anchura y espesor de una pala de excavadora), pues inevitablemente piensas algo así como "ostras, tú, más vale que la literatura ésa ande en lo cierto, colega...".
Reacción refleja e inmediata (pues, lo dicho, el angelito está ya a menos de metro y medio y compruebas que, lo quieras creer o no, te has ido a colocar justo en mitad de su camino), reacción inmediata, decía: replegar tus piernas todo lo posible (no se te ocurre nada más, ni hay tiempo) para al menos no tener que tratar de convencerle después que no le has metido a propósito tu aleta de buceo por su ojo derecho, no vaya a ser que esta vez sea él quien piense "Mcagüenlamaaar (*)..., mira que aprovechando que es Jueves Santo me salto hoy el régimen éste de planctones y me calzo un pincho de oscense que no se lo salta un jabalí, tú… ".
(*) ("¿y dónde, si no..?").
Y desde el instante siguiente, ahí estás tú rodeándote las rodillas con los antebrazos, el careto enlatado en las gafas, y el tubo llenándose de agua cada momento, observando impávido cómo ese armatoste de las dimensiones de un tranvía te pasa por debajo en todo su esplendor, a treinta centímetros de distancia, mostrándote en primera plana su curioso estampado de puntos blancos uniformemente repartidos por toda su superficie azul-grisácea, y despreciando olímpica y serenamente tu quizás inoportuna presencia a su lado. Lo cual, a su vez (lo del patente desprecio), te anima finalmente a no resistir la tentación de acariciar su extremo caudal, cuando sus diez metros de vasta estructura están terminando su desfile militar bajo tu ridícula postura... (inolvidable, igualmente, su rugoso tacto).
Y así, unas cinco veces más con otros tantos ejemplares, aquella mañana. Media docena de gringos en una ligera embarcación a motor, y una tripulación de tres filipinos -uno de ellos, el guía del jueguecillo en cuestión, quien, a cada avistamiento de submarina sombra, sospechosa de corresponder a cetáceo propietario (...peces, eran peces..), nos hacía indicaciones nerviosas y explícitas dignas de ser también grabadas para la posteridad, "Now, there, there, let's go; jump to the water...!" (‘¡ahora, ahí, ahí, vamos; saltad al agua!’). Y los seis gañanes atropellándonos unos a otros para colocarnos apresuradamente gafas, tubos y aletas (no siempre a la primera en sus respectivas correctas ubicaciones, dados los nervios y premura de tales momentos), antes de saltar como patanes al agua para tratar de perder el menor detalle posible, desde situación preferente, del peculiar festín visual del día...
Espero poder compartir más adelante alguna imagen del evento, si uno de los muchachos, armado con cámara sumergible, hace honor a su propósito de remitirnos próximamente al resto algunas de sus instantáneas más logradas. Confiemos que así sea... (Mientras tanto, la güeb me ha prestado gentilmente uno de tales ejemplares que navegaban plácidamente por sus entresijos; cuando lo hayáis visto se lo ‘devolvemos’…)




Y esta misma mañana, y antes de abandonar Luzon-sur en dirección a Manila (con alguna escala prevista en el trayecto, todavía), me he acercado a las estribaciones del Mt. Mayon, el principal volcán del país.
Es uno de los más monitorizados hoy por hoy por los vulcanólogos en todo el mundo; está activo: tuvo una erupción violenta en el 2.000, y (cuenta la Lonelyplanet) unas quince -menos violentas- desde principios de los 90. Y su morfología es espectacular, un auténtico perfecto cono volcánico, al parecer como pocos en el planeta, igualmente. La lástima es que había hoy bastante nubosidad, que -como aquel día de las terrazas de arroz- no me ha permitido tomar las imágenes claritas que hubiera yo deseado.. Me he prometido que en mi próxima visita al país (que habrá un día de ser..) no dejaré de ascenderlo hasta el cráter (es posible, aunque con guías). Esta vez me vine sin calzado apropiado, además.










Y bueno, ahora sí, calculo no más de una semaneja o cosa así para ir despidiéndome hasta otra de todo este encantador 'filipineo' periplo.
Ya aventuro lagrimones como bombillas Philips el día que me toque 'desfilar' por el aeropuerto internacional de Manila...














¡Sed buenos; ojo con los coches por allí estos días!















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