8.8.08

12. Picaresca estambuliana

30 de Abril





Comienzo este capítulo turco por su final cronológico, que se va a corresponder con el del anecdotario 'seleccionado' tras mi paso por Estambul, esta histórica y carismática urbe.
Trátase de la "cosa" de la fina picaresca de los limpia-zapatos ambulantes, en zonas como el "paseo marítimo" del Cuerno de Oro.
Es mi última tarde por allí, y en un momento dado, me cruzo en un punto concreto con uno de ellos, que va caminando en sentido opuesto al mío. El payo, hábilmente, deja caer al suelo uno de sus cepillos para el calzado, "como si fuera un accidente", sin que yo le vea y calculando el impacto del "mango" contra el asfalto (que para eso hará bastante más ruido que las "cerdas' -con perdón..).
El amable "pringao", esto es, servidor, gira "como un solo hombre" al oir el golpe seco -casi junto a sus pies- de la madera contra los adoquines, y, al percatarse de que el humilde lustrador no se “ha dado cuenta" del percance (pues sigue su camino, inmutable, en sentido opuesto) le espeta algo así como "¡eh! tenga, que se le ha caido esto...!", alcanzándole en la mano el susodicho instrumental.
-..Oh, gentelman..., very gentelman, you..! Italien? Fransé? Spaniul..?
- 'Espaniul, espaniul'...
- Ah, spaniul...! "Hola-que-tal-cumu-estááá...”, je,je,je,je.
Y en medio segundo desembucha en el suelo el 'pedestal' y los betunes, haciéndome gestos inequívocos, acompañados de resplandeciente sonrisa, de que me va a agradecer el detallito: limpieza gratis "de los bajos" (aquí somos buenos todos, hoy...).
-"Tesekkur ederim" (*), don't worry, is Ok" ; le digo mostrándole mis zapatillas acordonadas color 'pseudo-pistacho’ (y ciertamente lustrosas, pues esa misma mañana les pasé una friega de papel higiénico humedecido con agua y pastilla de jabón del hostal 'Consta’) (*) 'gracias', en turco.
Y el colega que no ceja en su empeño y palmea el pedestal con ambas manos, ya arrodillado y arremangado, sin dejar de blandir su sonrisa-profidén, y mostrándome un potingue con que pretender hacerme interpretar "esto es kunosayorum (*) para ese color..". (*) 'Cojonudo', en turco.
"Pues hala, no le haremos el feo, al hombre..". Y tracatrá-tracatrá. Mientras advierto cómo me va dejando las alpargas hechas una desgracia, el ínclito lustrador comienza también a tornar su sonrisa en una especie de 'puchero' bien ensayado, al empezar a narrarme medio en 'spanyul', medio in english, pero sobre todo a través de la gestícula, la historia de su hijo menor (me muestra una foto), hospitalizado por un problema serio en sus extremidades inferiores. El tío recurre a la mímica y pasa y retira sus manos extendidas por debajo de sus rodillas, como imitando el movimiento de una sierra mecánica; ("Jobar, ¿le tienen que cortar los pies al muchacho..?”), consigue que yo atine a pensar. Aunque estoy "invitado” por mi "buena acción del día", está clarito que algo habrá que desembucharle, al hombre. Cuando termina (no quiero ni mirarme el calzado...) le tiendo dos monedas de una lira turca cada una (un euro, en total). El 'oficiero', que diríase licenciado del Actor's Studio, se marca en el acto una mueca de cierta decepción como expresando "...hombreeee, que esto es poquito…". El 'ocasional pringao' sigue ablandado y rebusca en su bolsillo su última lira turca de metal. El hombre exclama, con gesto blandengue: “billeto, billeto…”, y con sonrisa súbita se señala un bolsillo: “tenho cambio, cambio…”
- ¡Bueno, pero está bien así, ¿no?, que yo no se lo pedí y Vd. me…
- Ok, ok, ok; amico, amico; grazzia…-y sonriente me tiende su mano en muestra de conformidad.

Pocos minutos después, continuando mi camino, empiezo a caer en la cuenta de que, efectivamente, el colega ha podido “venderme bien la moto” desde el primer momento, soltando a propósito y hábilmente el cepillo de su kit zapateril al suelo para dar comienzo a todo el proceso y pantomima.
Sumido en tales elucubraciones, y por puro afán más que nada (pues la peripecia en cuestión no va más allá de una picante anécdota), otro limpiabotas se cruza conmigo de nuevo en esos momentos. Y, ¡oh, casualidad!, su tecnológico artefacto para lustrar calzado también “resbala” de sus torpes manos e impacta sonoramente contra el tibio asfalto estambuliano. En esos instantes, efectivamente, no cabe ya la menor duda de que estos tipos están hechos unos "ases del balón”… Esta vez me giro, y el ‘interfecto’, que aún camina inmutable y “ajeno” por completo al “incidente”, tras un metro y medio más de recorrido, y al advertir que el ocasional candidato a pringao “tampoco” ha parecido escuchar el impacto de turno, se gira al fin con expresión cautelosa y me halla ahí, señalándole con el índice las coordenadas del triste cepillo en el suelo, mientras le espeto algo así como “¡qué..!, aquí todos tenéis manitas de mantequilla, hoy, ¿eh..?… ¿O ahora se trataba de que tú solucionaras –por más bilheto, bilheto- la brillante faena que me ha hecho en los bajos tu compadre hace un minuto…?”

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