8.8.08

11. Africa eterna (III): Swahili

27 de Abril





Buena parte de la costa tanzana, el este del país, conserva la huella del legado swahili. Este ya famoso término, conocido por todos cuantos hayan mostrado alguna vez un mínimo interés hacia el continente negro, significa “de la costa”, o “de las gentes de la costa”. Aunque en un sentido estricto, la palabra se refiere antes que nada al nombre de la cultura que resultó del mestizaje entre la población africana autóctona y las oleadas de visitantes persas, primero, y árabes, después, que sobre todo entre los siglos IX y XIII acudieron progresivamente al oriente africano con decididos fines comerciales.









Durante esos cuatro siglos se extendió el máximo esplendor de presencia foránea e interacción con lo local, cuyas consecuencias perduran hasta nuestros días.

El área de influencia abarcó desde el sur de la actual Somalia hasta el norte sudafricano. Persas y árabes fueron desembarcando y trayendo consigo sus productos estrella (tejidos, sal, especias), con la intención de comerciar en busca principalmente del marfil africano y algunos minerales ricos. Como no podía ser de otra forma, la trata de esclavos negros fue también instaurándose en toda aquella región a resultas de todo aquel intercambio.
Como gran legado, han permanecido en el tiempo, por un lado, la lengua conocida también como “swahili”, hablada hoy por más de sesenta millones de africanos. No está hoy aún del todo claro, al parecer, si este idioma fue incorporado exclusivamente por los colonos, o si fue sólo una aportación importante de éstos que fusionó con elementos ya existentes en alguna lengua de origen bantú.









Por otro lado, la cultura swahili ha dejado también para la posteridad los abundantes vestigios arquitectónicos esparcidos por buena parte de su área de influencia. Tanzania es un claro ejemplo,y ahí, la pequeña isla de Kilwa Kisiwani, muy cercana a la costa, conforma uno de los mayores exponentes de ello. Y a ella me he dirigido desde Mtwara, en dirección al norte siguiendo la línea costera.

Las islas de Kilwa Kisiwani y de Songo Mnara son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (1.981), y, desde 2.004, forman parte del Patrimonio Mundial en Peligro. No es extraño esto último. Los restos que quedan en Kilwa Kisiwani (a la otra isla no llegué) presentan hoy un aspecto bastante decadente.
En el siglo XIII, este lugar llegó a ser el principal centro comercial de toda el Africa oriental, lo cual propició el levantamiento de imponentes edificaciones como palacios y mezquitas, a partir de la compra de la isla por parte de una poderosa dinastía de mercaderes árabes. La conocida como ‘pequeña mezquita’ es la que permanece hoy en mejor estado, mostrando aún buena parte de su techumbre abovedada. La que fue la Gran Mezquita, también abovedada y con grandes pilares monolíticos, era la mayor de toda Africa y hoy es sólo un ruinoso conjunto.





















Para la visita, hube de obtener primero una especie de ‘salvoconducto’, emitido por las autoridades de la vecina Kilwa Kivinje para poder embarcar; después, negociar duramente el precio del corto trayecto hasta la isla con el propietario de un dhow (típica y ligera embarcación a vela), y por último, hacer vanos los intentos de zafarme de dos púberes pilletes que se empeñaron en asistirme como improvisados guías, aunque ni hablaban palabra de inglés ni tenían la más pajarera idea sobre aquel decadente despojo de la Historia…














(Eso sí, tras seis o siete intentonas lograron retratarme a los pies de este baobab... De algún modo porfiaron por su propinilla...)




Continuando el "ascenso" por la línea de la costa alcanzo al día siguiente la capital tanzana, Dar es Salaam ("refugio de paz", en árabe). Venía con cierto recelo acerca del asunto de la seguridad en sus calles (...un mzungu "canta" lo suyo, por aquí...), pero en breve cobro conocimiento de que apenas hay problema en ese aspecto. Tanzania es un país en general tranquilo, incluyendo su capital. Nada que ver con Kenia, su vecina del norte.








La cosa es que hasta llegar a Dar es Salaam no me confirman definitivamente que la Reserva Selous está cerrada en estos meses centrales de la estación lluviosa.
¡Qué se le va a hacer..!; probaremos suerte en Iringa, la ciudad más próxima al Parque Nacional Ruaha. Es ésta una de las reservas de fauna y paisaje más interesantes de la mitad sur de Tanzania, y para muchos viajeros, de todo el continente africano.
Un inciso, en este punto, en relación a los parques de fauna de Tanzania. Los más conocidos, y por tanto, comerciales, son los del norte del país, con la ciudad de Arusha como base de operaciones y logística: Serengeti (la “llanura sin fin"; uno de los parques nacionales principales del mundo; continuación del Masai Mara keniata al otro lado de la frontera, y hogar de más de tres millones de mamíferos, y escenario, además, de la espectacular migración anual de ñus y cebras entre Kenia y Tanzania). El cráter de Ngoro Ngoro, caldera natural de 22 km de diámetro, de origen volcánico, y con ecosistemas e incluso microclimas diferenciados en su reducido espacio (y una de las cada vez más escasas "sedes" del rinoceronte -el más amenazado de los grandes mamíferos africanos-; el resto de los principales mamíferos -excepto el leopardo, creo- también habitan aquí). Tarangire (conocido por sus espectaculares baobabs y sus generosas concentraciones de elefantes); y Lago Manyara (grandes poblaciones de aves acuáticas, euforbias autóctonas, y... leones trepadores de árboles). En 2.003 tuve ocasión de visitar los dos primeros, Serengeti (donde pude divisar los dos únicos leopardos que he visto al natural en mis múltiples visitas a Africa -ni en Zambia, el año pasado, donde abundan aún más...), y Ngoro Ngoro (inolvidable una visión de centenares de flamencos sobre una de sus lagunas).
Los parques nacionales del sur (Selous, Ruaha, Mikumi) son menos conocidos, y quedan por lo general más al margen de los circuitos comerciales (por fortuna...), pero los testimonios de quienes los han visitado los refieren como auténticas perlas de la naturaleza. La reserva Selous, de hecho, fue proclamada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1.982. Son interesantes los pasajes que sobre este lugar relata Javier Reverte en su "Vagabundo en Africa".
A mitad de camino entre Dar es Salaam e Iringa, la carretera (asfaltada, buena) atraviesa uno de los límites del Parque Mikumi, el menor de los de esta parte meridional del pais. A escasos metros de la ruta hemos podido divisar, desde las ventanillas del bus, grupos de elefantes, búfalos, babuinos y, sobre todo, jirafas.









(Qué chulas son las jirafas, jobar, vistas de cerca;
siempre me impresiona su alzada -"estatura"-, ese cuello kilométrico, pues creo que vistas en la tele no se suele apreciar fielmente lo impresionante de sus dimensiones).

Iringa es una ciudad de tamaño medio y apariencia bastante agradable. Alrededor de la misma estación de autobuses -muy céntrica- no hay problema alguno para buscar alojamiento entre las múltiples 'guest houses' que ahí proliferan.
Y menos mal que al menos es una población agradable... porque me va a tocar quedarme con la miel en los labios en cuanto a mis pretensiones de visitar el P.N. Ruaha, distante 130 km de la ciudad. Estamos en temporada baja (plena estación lluviosa larga, la de marzo a mayo), y en ella, el acceso a zonas como los PPNN, donde las rutas se transforman en pistas terrosas que quedan completamente embarradas, se complica muchísimo. Ruaha, no obstante, permanece abierto incluso en esta época. Pero yo llego, claro, sin vehículo propio, de modo que no tengo otro remedio que contratar los servicios de un 4 x 4 en condiciones, más un conductor-guía experimentado. Mi esperanza: coincidir con otros visitantes con los que poder compartir los abultados gastos que ello ocasionará.
Me dirijo a un par de agencias locales, de las que pueden organizar visitas al Parque. "Nada, de momento no hay nadie más apuntado para mañana". Voy regresando cada pocas horas, a ver si algun/os otro/s 'mzungu/s' van dejándose caer con las mismas intenciones que servidor. "Nadie, nadie; estamos en temporada baja y sólo viene alguien cada varios dias…".
En una de las agencias me dicen "para el próximo sábado hay un francés que se ha apuntado". Pero estamos a lunes; no me planteo quedarme allí toda la semana esperando. Y descarto la idea de ir yo solo: la cosa saldría por no menos de 300 dólares para pasar allí 24 horas (noche incluída). Si nunca hubiera estado en un P.N. africano, o no supiera cuando podría disponer de una nueva ocasión, quizá sería otro cantar, pero no es ni una cosa ni la otra.
Total, que me quedo hasta el miércoles y sanseacabó. Habrá que conformarse con volver a divisar los elefantes, jirafas y micos desde el bus, al pasar otra vez frente a Mikumi camino de regreso a Dar es Salaam.
De vuelta a Dar decido, a la vista del mapa del país, pasar mis últimos dos días tanzanos en la localidad de Bagamoyo, distante unos 80 km de la capital, en la costa norte. Cerca de esa población, además, observo que se extiende otro pequeño parque nacional, cuya existencia desconocía, y que se llama Saadani. (No tengo tiempo para pasarme por la isla de Mafia, como en un principio pretendía). Al "preguntarle" algún dato a 'don Google', descubro que ese parque, Saadani, también cuenta con cierta representación faunística interesante (búfalos, cocodrilos, hipos, elefantes, algún león...) en su reducida superficie.
Antes de abandonar la capital, la última noche allí comparto cena con dos jóvenes pilotos españoles que acudieron hace algunos meses a Tanzania para acumular horas de vuelo en alguna línea aérea del país. Me refieren estar ya un poquito fatigados de la vida allí, sobre todo Juan, pamplonés que hace ya dos años puso pies en el país. En especial, no llevan nada bien los diarios cantos-alaridos que en plena madrugada proceden de las mezquitas esparcidas por casi toda la ciudad. (Y lo cierto es que a mí tampoco me extraña, y eso que yo sólo pasé tres o cuatro noches en Dar..).
El trayecto a Bagamoyo es rápido, una hora y pico en un matatu (una "chapa", que dirían en Mozambique), lleno hasta lo inimaginable. Durante el recorrido se "instaura" un cierto cachondeo entre los ocupantes y el cobrador -que no es el mismo que quien conduce-, cuando aquél me dice que tengo que pagar doble billete por el espacio que ocupa mi mochila. Enseguida capto que el 'fichaje' está tratando de "quedarse conmigo"; humor africano que casi nunca suele faltar. El tipo empieza a proferir, sonriente, varias parrafadas en swahili entre las que intercepto varias veces la palabra 'mzungu'.



No sé qué contará (los demás viajeros ríen, y una señora me hace un gesto como diciendo "no le haga mucho caso; está sólo de coña...") aunque intuyo que está pitorreándose por si hago ademán de pagar por mi mochila... Cada vez que pronuncia la palabra 'mzungu', yo miro, sonriente también, al resto del 'pasaje', como diciéndoles "ya sé que el muchacho está pretendiendo divertirse a mi costa...".

Bagamoyo me sorprende nada más llegar. Su espléndida y kilométrica playa es de un atractivo mucho mayor del que yo esperaba. Parece un lugar aún bastante virgen, aunque ya van proliferando diversas instalaciones para alojamiento de turistas. No tardo en comprender que soy un privilegiado estando hoy en este lugar; dentro de pocos años tiene pinta esto de degenerar en una especie de parque temático para 'mzungus'.














De entre éstos, encuentro sólo a Stefan, un estudiante de medicina sueco que ha ido dos meses a Tanzania a realizar prácticas en un humilde centro sanitario de la zona. Un tipo majo, que empieza preguntándome si sé dónde está su país. "Sí, hijo, sí; y también Dinamarca, Finlandia, Islandia y Noruega, hombre...". El tipo chapurrea ya bastante swahili (imprescindible para tratar con muchos pacientes en las consultas; ciertamente, me ha sorprendido la escasa proporción de población tanzana que puede comunicarse en inglés), y se le ve encantado y tratando de apurar al máximo ésta su primera experiencia en el continente negro.
Lo que también ha sucedido, cuando me he apeado en la estación de Bagamoyo, es que inmediatamente he sido informado –por los taxistas de la estación y conductores de las mini-furgonetas de pasajeros- de que el acceso al Parque Saadani, el que pretendía visitar allí, está igualmente complicadísimo (o directamente imposible), en estas todavía fechas de abril. Pues nada –me digo- aquí me quedo, que por lo que he podido divisar en el primer contacto, este lugar parece que reúne suficiente atractivo.





Bagamoyo cuenta igualmente con abundantes restos (...e igualmente, en estado de claro abandono) del pasado swahili y su civilización.











Pero lo más llamativo sin duda lo conforman las escenas de la vida de los pescadores que cada tarde tienen lugar en un sector de la playa. Cuando las pequeñas embarcaciones llegan con las capturas marítimas, decenas de pescadores y compradores se dan cita y se aglomeran en la arena. Ahí, los primeros esparcen las piezas capturadas (...montones de especímenes marinos, peces inverosímiles del Indico, mantas-rayas, pequeños peces-espada), seleccionan lo que va a ser viable para el inmediato mercado, y comienza ahí mismo una improvisada lonja con la consiguiente algarabía que inevitablemente conlleva...
Y en medio de todo ese guirigay, el 'mzungu' aprovecha para disparar su cámara con el máximo disimulo posible... no siempre logrado, claro está… Después, en las destartaladas instalaciones creadas al lado de la misma playa, que conforman el humilde mercadillo de pescado recién capturado, es todo un lujo comprar para el almuerzo varias piezas recién cocinadas ahí mismo; ¡y lo buenas que saben..!












Me toca ya despedirme de Africa, una vez más. Y de nuevo, con toda seguridad, va a tratarse sólo de un ‘hasta luego’. Y puede que incluso de un ‘hasta pronto’, si por fin, incluso más avanzado este mismo año, mis hermanitos y alguno de mis primos se deciden a aventurarse de una vez por todas, acompañarme, y estrenarse ellos en este continente, según llevan tiempo proclamando que desean… ¡pero sin acabar de concretar nunca, joer..! Estaría bien regresar por aquí en unos meses y ya sí, en plena estación seca, abordar estas imponentes reservas paisajístico-faunísticas del sur tanzano (incluso alguna del norte; aquí es factible moverse sin dificultad). Veremos…
De cualquier modo, y como en su día dijo el escritor nortemericano John Dos Passos, “viajar, como todas las drogas, requiere un aumento constante de las dosis”. (“…Y ni te cuento –añado yo- si se trata de abordar alguno de tus rincones favoritos de este siempre sorprendente planeta…”).


















Y mañana salto a Europa (…No sé; me temo que voy a cambiar liebre por gato, sin que nadie me inste a ello…).
Ya contaré…









* ANEXO: (Viaje "Memorias de Africa" ; Octubre 2.008)


'EN EL MAGICO CONTINENTE' ("SINCRONIA VESICAL AL SOL")


El Sol de Africa no es cualquier sol. Se insinúa al comienzo, trepa sigiloso desde el horizonte, y en cuestión de minutos ya saluda ufano, arde rotundo. Decide presidir.
Los Vejigas Sincronizadas sonreímos, y la magia de Africa se reivindica aprestándose a regalarnos otra jornada singular.
Baobabs orgullosos trazan la senda en Tarangire, donde el rey paquidermo exhibe poderío indiscutible; segura insolencia tras el resplandeciente marfil.
La alada marea rosa perfila la silueta en Manyara y Eyasi, sendos espejos inmutables al grito de ¡Ramaaa…! procedente del sonoro y rodante invasor.



Remotos Datoga y bravos Hadzabe velan armas y suman alardes al acecho del … escurridizo roedor. Los Vejigas alientan en la zaga tras tensar el arco de una lucha desigual.
Serengeti cautiva las pupilas, no da tregua a sentidos y alma de quienes profanamos su recóndito reino. Seis jirafas ofrecen su asombroso galopar; otras tres, ajenas, ramonean y amblan sin mirar. Se saben las amas de las alturas en la majestuosa llanura sin fin.
Carismáticas acacias de postal y sempiternos kopjes arrebatan la presencia del sigiloso felino, ese leopardo inédito y misterioso. Pero los Vejigas Sincronizadas sonreímos, aunque al poco, la carcajada siniestra de la hiena rompe la noche en que la Luna resplandece sobre tan acogedor tented camp. La Mafia y el Pueblo acatan la implacable letanía de la sabana, esa bendita sabana en penumbra.
Ngoro Ngoro: nuevo tremular de sensaciones en las catacumbas de la milenaria caldera. Masais en comercial acecho dan paso al gobierno colosal del monarca león. Nadie -…sin ruedas ni motor- se apresta a usurpar su lugar bajo el Sol.
Don Rinoceronte Negro es esquivo; sólo saluda en lontananza, ha sabido preservar su timidez. “Sed más hábiles a la próxima, Vejigas; y me retrataréis en proximidad…”.
Pero los Vejigas Sincronizadas sonreímos, también ante las huestes de las hippo-pool bramando su competencia de colmillos devastadores.
Otra puesta solar enmarca el abismo de Usambara, precedida por la cumbre nevada de ese Kilimanjaro arrogante, inquisidor, casi fantástico.
La costa swahili da su bienvenida en el trasfondo de su azul radiante, prometedor de nuevas tribulaciones de incierto devenir.
Atrás danzaban vivaces las Thompson y las Grant, y las rayadas cebras, o porfiaban simio y milano al saqueo de mzungas viandas. Ceden ahora su testigo, y un grupo de mujeres porta en sus cabezas madera y enseres con resignada abnegación. Hombres apostados observan ociosos la estela de nuestro verde circo rodante, y miríadas de niños corretean tras él, brazo en alto y blanca sonrisa como estandartes de su aún inocente exhaltación.
La Isla de las Especias huele a jenjibre, a cardamomo y sal. Y la ‘seguridad máxima’ sobre el agua hace aguas inesperadas: surreal balance de pie quebrado y jornada usurpada bajo el ardiente sol. Los Vejigas Sincronizadas no saben si reír el sarcasmo o llorar la indignación.
Ultimo ocaso africano. El Sol de Africa no es cualquier sol. Los Vejigas Sincronizadas lo sabemos; le rendimos tributo de retrato y fascinación.





Los Vejigas Sincronizadas intentan sonreír también al partir. El Mágico Continente espera ya, seguro y confiado en haberles inyectado su veneno implacable, envolvente, embaucador.

Y así, ellos ya sueñan en regresar de nuevo a El. Y a ese su Sol inigualable y eterno…



(Para los Vejigas Sincronizadas. ¡Nos vemos!)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Aquí uno de los aludidos, que se compromete (de boquilla, como siempre) a tratar de hacer lo posible por el desvirgue africano de una vez por todas, a ver si el otro elemento hermanil se aplica también el cuento y se quita conmigo la virtud a calzón quitado. De momento las negociaciones con la "autoridad competente" se dan por iniciadas, ya que ésta no está por la labor viajera africana (peor para ella).
Jose.

Lugan Wx. dijo...

Güeno, escrito queda reflejado..!
..Y podemos abrir apuestas a ver si la "autoridad" cambia de parecer un día -o año...- de éstos. (No habría de arrepentirse, no..)

Anónimo dijo...

Mecagüen lá! Aunque desvirgado en Africa, nada me gustaría más que compartir ugali bajo sol africano con mis primos de Huesca! A ver si llega y cuadra la cosa leche!
Gracias por el prometido y esforzado blog Juanchete. "Lo que se escribe sin esfuerzo se lee, de ordinario, sin gusto" (Samuel Johnson). A la inversa, lo que se escribe con cariño y pasión encandila al lector interesado. Y me consta lo que cuesta esto que has "parido". Lo estoy disfrutando mucho!
Abrazos,
Gonza

Lugan Wx. dijo...

¡Gracias amigo!
Habremos un día de plantear y plasmar en conjunto aventuras enormes por el mágico continente..!

José Luis (Leny) dijo...

Un relato que plasma en un concreto y profundo resumen los últimos relatos que este mecenas o mercenario Tintiniano realizo por sus amadas y profanadas tierras del África más vivo y colorido. Me ha encantado leer y repasar esas jornadas que también un servidor, en otras fechas, ha vivido con especial cariño y sentimiento. Preparate para las Antipodas lobo estepario, que quedaras satisfecho con otros paisajes y colores en compañía de un buen amigo, y un buen zurrón.

José Luis